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La historia de karl: El regalo de la epilepsia

Conoce la historia de Karl, un ex-soldado de infantería que se convirtió en entrenador físico. Amante de la naturaleza y competitivo, sigue un estilo de vida saludable que lo ayuda con la epilepsia 💪 💪 💪

En octubre de 1997, cuando me desperté en una cama en el medio del hospital, no hubiera dicho que la epilepsia era una bendición. De hecho, creo que las palabras que dije no son apropiadas para contar en esta historia; sin embargo, eso fue cuando yo era un soldado de 21 años en una misión de paz en Bosnia.


Un soldado reevalúa su vida

Al despertar esa noche, después de tener mi primer crisis tónico-clónica, comencé a pensar de inmediato en mi carrera como soldado y de todas las cosas que ya no podría hacer. Esta experiencia no fue mi primer contacto con la epilepsia, yo ya había visto cómo la epilepsia había afectado la vida de mi hermana menor desde que tenía 6 años.

Su vida no fue sencilla, especialmente a medida que crecía, así que imaginé que además de no poder cumplir con mis deberes como soldado, estaba en camino a un estilo de vida drásticamente diferente.

En ese momento de mi vida tenía 21 años, era un joven adulto, soldado de infantería, jugador de hockey, me encantaba andar en bicicleta de montaña y nunca se me había ocurrido que no podría conducir. Como muchos de los que leen esto, las piezas importantes de mi vida, las que me habían definido hasta ese momento, fueron repentinamente quitadas. Me quedé sin poder conducir, sin jugar al hockey, sin ciclismo de montaña, sin la hermandad de soldados y sin control de mi vida. En ese momento, todo era desconocido y no tenía el control. Así que hice lo que muchas otras personas hicieron cuando se enfrentaron a cambios repentinos en la salud: comencé a beber más alcohol, a abusar de las drogas y a maltratar a las personas cercanas a mi. Aunque fuera incorrecto, supongo que actué de esta forma para protegerme; pero en verdad lo que debería haber estado haciendo era cuidar mi salud, hacerme cargo de la situación y buscar formas más sanas de agradecer que estaba vivo. Para ser verdaderamente honesto, dadas las circunstancias en ese momento yo podría haber terminado peor.

Luego de un período de tiempo en el que viví en la ira y la negación, comencé a procesar las emociones negativas mediante la actividad física y las carreras competitivas de running. Eventualmente llegué a ser muy bueno en eso y con el tiempo, aprendí que a medida que mejor me cuidaba, la frecuencia de mis convulsiones y otros problemas como la fatiga disminuían.

Esto generó un nuevo enfoque y renuncié a todas las drogas, el alcohol y la mayoría de las otras conductas dañinas. No hay nada como la motivación para ayudarnos a mantener el rumbo. A medida que pasaba el tiempo, los que creía que eran amigos de mis días de fiesta, se escabulleron lentamente y fueron reemplazados por personas que, en su mayor parte, se cuidaban mejor y realmente se preocupaban por mí. En este punto de mi vida, volví a practicar ciclismo de montaña, a participar en carreras de atletismo locales, estaba yendo al gimnasio regularmente, y mejorando lentamente mis hábitos de nutrición y estilo de vida, como dormir.



Sobre el Amor

Aunque estaban ocurriendo cambios positivos todavía tenía convulsiones, pero no tanto como cuando no me estaba cuidando. En esta época de mi vida me enamoré y pronto me casaría. Jen, mi esposa, fue la única persona que realmente me escuchó, y durante el primer año que estuvimos juntos solté todas mis emociones, a menudo despertando en medio de la noche sollozando después de soñar que estaba teniendo una crisis. Otras veces soñaba que luchaba para llegar a un lugar seguro después de una crisis, o sobre las personas que me rodeaban, mientras intentaba impotentemente tratar de alejarme de los susurros y los prejuicios de extraños.

Jen siempre fue un apoyo para mí y siento que este fue un momento para sanar. Mientras más hablaba sobre mi experiencia con la epilepsia y los libros de autoayuda que leía, encontré nuevas formas de cuidar mi salud. El yoga y la meditación son dos de esas nuevas formas de cuidar mi salud y al poco tiempo me encontré tomando clases para convertirme en un entrenador físico.



Sobre los hábitos saludables

Con el tiempo, los nuevos hábitos reemplazaron los viejos patrones y la frecuencia de mis convulsiones disminuyó una vez más. A medida que fui más consciente de mi rutina diaria, de lo que funcionaba y lo que no, aprendí que cuando tenía un sueño regular de calidad, una nutrición saludable y un tiempo enfocado en mover mi cuerpo, era mucho más saludable. En este momento de mi vida me sentí más en control, y cuando comencé a pasar más tiempo solo en la naturaleza encontré mi receta, por así decirlo.


Vivir con epilepsia no ha sido fácil. He estado en suficientes ambulancias (y un helicóptero) y he visitado de urgencia al hospital en innumerables oportunidades. Afortunadamente, finalmente aprendí que cuando tengo crisis de ausencia durante el día, es probable que tenga una crisis tónico-clónica más tarde en la noche, por lo que nunca he estado solo o con personas extrañas cuando despierto en ese estado de confusión, ese que sucede a medida que el cerebro se reinicia.

Como saben muchas personas que viven con la enfermedad, sin importar cuán controlados podamos estar, la idea de las convulsiones siempre está presente, y la vida debe planificarse en consecuencia. El trabajo, la planificación de excursiones de vacaciones y la planificación del futuro; todos incluyen la conversación y las preguntas "Qué pasa si", que se deben realizar. A pesar de lo difícil que puede ser a veces, es importante y creo que nos ayuda a medida que aprendemos a navegar la vida.



Adelantamos mi vida al día de hoy, a mis 40 años, soy un feliz esposo y padre de hermosas gemelas. A través de la epilepsia he experimentado dolor, frustración, pérdida, preocupación, vergüenza y miedo; sin embargo, también he aprendido a sentir empatía por los demás y tengo un fuerte sentido de compasión por aquellos que luchan en la vida. Es por eso que digo que para mí, la epilepsia ha sido un regalo.

En nuestras vidas, experimentamos muchas emociones, nos caemos y luchamos. Creo que a medida que evolucionamos como personas estamos expuestos a la vida de diversas maneras para que podamos aprender, crecer y avanzar hacia una experiencia más consciente. Vivir a propósito, incluso frente a nuestras luchas es lo que estamos aquí para hacer, y la epilepsia me ha enseñado a estar agradecido por cada día.


Si me hubieran guiado por un camino diferente, no habría tenido la misma experiencia. Es la combinación de eventos en mi vida lo que me ha formado, y ​​por eso estoy agradecido. En mi trabajo como Entrenador de Bienestar y Entrenador Físico, siento que las experiencias de mi vida me permiten empatizar con mis alumnos mientras les cuento de mi vida sabiendo que algún día ellos también llegarán a encontrar paz. Quizás mi don algún día ayude a otros a encontrar su don y eso es lo que me motiva a cuidar mi salud todos los días.



Ansiando los próximos 40 años de mi vida estoy emocionado por las cosas que puedo hacer, en lugar de preocuparme por las cosas que no puedo hacer. Me levanto cada día esperando otra oportunidad para crecer, aprender y tener un impacto positivo en la vida de los demás. Es probable que la epilepsia esté conmigo por el resto de mi vida, por lo que planeo aprovechar al máximo lo que tengo para poder vivir una vida plena y en el proceso, tengo la oportunidad de dar el ejemplo de fortaleza a mis niños. Mientras haga estas cosas, habré vivido una vida plena.



Dos preguntas

Los dejaré con las dos preguntas que me hago todos los días...



¿Hay alguna cosa que puedas dejar de hacer hoy que no te haga bien?

¿Hay una alguna cosa que puedas hacer hoy para moverte en la dirección que deseas ir en la vida?


Te deseo buena salud.

-Karl-

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Fuente: Traducción del texto "Karl’s Story: The Gift of Epilepsy", Livingwellwithepilepsy.com, https://livingwellwithepilepsy.com/2017/personal-epilepsy-stories/the-gift-of-epilepsy.html

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