top of page

Como correr (literalmente) a todos lados me ayuda a lidiar con la epilepsia

Mientras era profesora en la Universidad, a Willemien le diagnosticaron epilepsia. Su instinto fue salir a correr, y ahora corre no sólo para ejercitarse; corre para desplazarse en todo momento. 🏃


*Willemien Kets es profesora de “Managerial Economics and Decision Sciences” (Economía del management y ciencias de la decisión) en la Universad “ Northwestern University Kellogg School of Management” y fellow del proyecto “The OpEd Project”, un proyecto que busca incrementar las voces de mujeres líderes en distintos ámbitos.

Referencia: wkets.org


Era una hermosa mañana en Santa Fe, Nuevo México [Estados Unidos]. Estaba corriendo por la montaña camino al trabajo con una planta de brócoli en mi mano. En mi mochila llevaba una computadora, una barra de pan, dos libras de manzanas, un envase de yogurt y un cambio de ropa limpia. No, esto no es la descripción de un sueño. Estaba completamente despierta. Como muchas personas, suelo hacer mandados en mi camino al trabajo. A diferencia de la mayoría de las personas, me tomo la palabra “corriendo” de forma literal.

De hecho, corro a todas partes. No conduzco. Rara vez ando en bici así que para ir a cualquier lugar, corro. Por la mañana, corro a trabajar. Por la noche, corro a casa. Corro al supermercado. Corro al dentista. Corro a un restaurante para encontrarme con un amigo. He corrido desde mi casa hasta el aeropuerto, con un bolso de ruedas y una mochila. Corro en cualquier horario, de día o de noche. En una semana típica, corro alrededor de 70 millas.

No siempre he corrido a todas partes. Comenzó una noche hace más de ocho años durante un viaje de trabajo a California. Después de un día largo de trabajo, volví al motel donde me hospedaba. Pero no llegué al motel, sino que me desperté en el hospital. Había tenido tres convulsiones en cuestión de horas, y me diagnosticaron epilepsia.

El diagnóstico de epilepsia es poco frecuente en adultos jóvenes -las crisis suelen comenzar antes de los 20 años o después de los 60 años. Y que mi primer convulsión fuera seguida, casi inmediatamente, por otras dos convulsiones más violentas es aún más inusual. En esa situación, mi pronóstico era incierto.

“En una semana típica, corro alrededor de 70 millas”

Para ser honesta, en el momento me sentía tan abrumada que no comprendía o registraba la situación. Tenía que realizarme exámenes médicos, ir al dentista -se me había salido un diente frontal y me había fracturado el paladar- y, por supuesto, había un montón de formularios médicos para completar.

Sólo cuando regresé al motel, y me encontraba sola, empecé a comprender la situación. Me di cuenta de que cuando pensaba que tenía respuestas, sólo había preguntas. Estaba a punto de mudarme a Santa Fe para un trabajo de ensueño. ¿Sería seguro para mí vivir allí sola? ¿Sería capaz de seguir trabajando largas horas, y de vez en cuando trabajar una noche completa, como solía hacerlo, si la privación del sueño puede provocar convulsiones? ¿Los remedios anti-convulsivos afectarían mi capacidad intelectual? ¿Cómo sería mi vida si la próxima convulsión pudiera ser en una hora, un día, un mes o un año?


“corro a todas partes, incluso si eso significaba correr casi una maratón para hacer algunos trámites al otro lado de la ciudad”

Me sentí abrumada por todas estas preguntas. Tenía que salir. Decidí ir a correr. Pero, cuando me puse mis zapatillas, me surgió otra pregunta. ¿Qué pasaría si tuviera una convulsión mientras corría, en esta ciudad que no conocía, lejos de mi familia? ¿Serían capaces de encontrarme?

Así que me senté, y escribí una descripción detallada de dónde planeaba ir, y cuando esperaba volver. Luego, salí en la oscuridad, y corrí.

Durante mucho tiempo había sido una entusiasta atleta. Corría unos 40 kilómetros por semana, y había completado mi primera maratón el año anterior. Pero aumenté considerablemente el kilometraje en los meses siguientes. Lo necesitaba. Las personas que sufren una convulsión reciente tienen prohibido conducir por un período de tiempo [3, 6 o 12 meses según las leyes de cada país]. Y mi doctor creía que incluso el ciclismo sería demasiado arriesgado en mi caso. Por lo tanto, corro a todas partes, incluso si eso significaba correr casi una maratón para hacer algunos trámites al otro lado de la ciudad.

Pero esa no era la única razón por la que corría. Cuando te diagnostican epilepsia por primera vez, la gran pregunta es: ¿será posible controlar las convulsiones? La respuesta determina si puedes vivir solo con seguridad y si puedes tener una carrera exigente — todo lo que yo había dado por sentado hasta ese momento. No sabrás la respuesta hasta después de un par de meses. Si no tienes una convulsión la primera semana, entonces tal vez no sufras convulsiones semanalmente. Si no sufres una convulsión en el primer mes, entonces, wow, tal vez no sucederá todos los meses. Y así sucesivamente.



“Pero por encima de todo, correr significaba una elección. ¿Me defino a mí misma por lo que no podía hacer, o por lo que hago? Subir corriendo la montaña con mis compras diarias era mi orgullo”


Correr se convirtió en mi mecanismo de supervivencia. Correr significaba superar el dolor. He tropezado y caído muchas veces. En la oscuridad. En senderos rocosos. En el duro pavimento. Sentía que si podía ganarle al dolor, entonces tal vez podría ganarle a la incertidumbre.

Correr también significó mi independencia. No podía conducir. Pero me di cuenta de que si era creativa y planificaba bien, podía hacer casi todo lo que otras personas pueden. Correr significaba que podía confiar en mí misma siempre, sin importar el desafío.

Pero por encima de todo, correr significaba una elección. ¿Me defino a mí misma por lo que no podía hacer, o por lo que hago? Subir corriendo la montaña con mis compras diarias era mi orgullo.

En general, he tenido suerte. No tuve una convulsión esa noche que salí a correr en Santa Fe, y regresé al motel sin problemas. Mientras que el pronóstico parecía bastante sombrío inicialmente, poco a poco me di cuenta que mis convulsiones en gran medida pueden ser controladas con medicamentos. Ahora trabajo muchas horas todos los días como solía hacerlo, y puedo andar en bicicleta. Incluso se me permite conducir legalmente, aunque no lo hago porque ocasionalmente tengo convulsiones impredecibles.


“Correr me ha enseñado a no tener miedo. A aceptar lo que viene. Me ayudó a definirme a mí misma.”


Todavía corro a todas partes, aunque no lo necesite. Resulta que la epilepsia no me ha definido, pero correr si. No puedo imaginar mi vida sin ello. Correr me ha enseñado a no tener miedo. A aceptar lo que viene. Me ayudó a definirme a mí misma. Incluso si la gente piensa que me veo tonta corriendo con mi compra de brócoli.

— — — —

Referencias: Traducción del artículo “How Running (Literally) Everywhere Helps Me Cope With Epilepsy”, Willemien Kets, Huffington Post, http://www.huffingtonpost.com/willemien-kets/how-running-everywhere-helps-me-cope-epilepsy_b_9849432.html

Imagen: wkets.org

bottom of page